El hacedor de nudos

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Me dice: Dame un giro a mis días, hazme un nudo en las mañanas y densenrédame por las noches. Cómo si fuera una caja de bailarina con música a la que dar cuerda para girar sobre su eje, ensimismada con su metro cuadrado de mundo.

Y yo lo hago. La agarro por los hombros y la hago girar sobre mí y sobre mi piel y me jura que suena música cuando la abrazo y que baila si la beso en el recodo que forma su omóplato al caer plumíferamente sobre la cama.

Y me vuelve a decir: Dime que no te alejas más que una marea, qué si vas vuelves eternamente; Qué si vienes mecido por la espuma, no te vas a esconder en ella; Qué la luna sabe lo nuestro y consiente con sus vaivenes. Dime que no me vas a dejar mareándome entre mis giros bailarines y tus mareas lunáticas; Qué lo más que sabes del abandono es un adiós y un pañuelo y que es algo tan ficticio como una película de mal amor o de enamorados edulcorados.

Y yo lo hago una vez más: Y no me voy más allá de los milímetros que exala su cuerpo con el olor de ambos y que me está cegando los segundos que existen fuera de nosotros dos; Y no me voy si no la noto con sus nudos y sus lazos y sus trenzados y no me siento tan ahogado que no quiero más que morir de ella.

A.S.. Dixit....

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